Mientras que en el sur del continente americano, la participación popular democrática se consolida y la renovación del progresismo uruguayo logra un triunfo más que importante sobre los sectores históricamente conservadores de aquel país; en Honduras, mientras tanto, el gobierno golpista encabezado por Roberto Micheletti, llevó a cabo las elecciones estipuladas durante el gobierno del legitimo presidente de aquel país, Manuel Zelaya, arrancado de su sillón presidencial mediante un novedoso golpe de Estado, digitado por la oligarquía vernácula y sus aliados comunicacionales, empresariales y eclesiásticos
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