Yo no quiero aguarle la fiesta a nadie: ganó el mejor de los candidatos posibles, nada menos que eso pero también nada más que eso. Me alegro y entiendo muy bien la emoción que embarga a miles de corazones, al ver ahí al viejo tupa, al viejo compañero de lucha. A mi también me emociona pensar en ese periplo sólo comparable al de Mandela. Pero lo político es bastante más que una emoción. La economía del país seguirá en las mismas manos que ahora y la estructura de la sociedad seguirá siendo la misma; el pueblo no ha llegado al poder. Pero lo que realmente me escalofrió (y no es ni una metáfora ni una exageración) fue cuando escuché al presidente electo por el 53% de los votos y con mayoría automática en ambas cámaras decir que aquí no había habido “ni vencedores ni vencidos”.
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